Destinos prohibidos: un homenaje a esas tierras que la trágica actualidad impide visitar

Si cada guerra es una destrucción del espíritu humano, como bien nos advirtió Henry Miller, las guerras actuales quizá lo sean más, pues acaban con todo y con todos. Lamentablemente, muchos son los destinos vetados al viajero por su propia seguridad. Hasta hace muy poco, era posible pasearse por Damasco, visitar las ruinas de Leptis Magna en la costa de Libia, admirar las arquitectura de barro del legendario Tombuctú o asombrarse ante la majestuosidad de las ciudades de barro de Yemen. Hoy, tristemente, no es recomendable acercarse a dichos países, pero sí podemos dedicarles este sentido y sincero homenaje, con la esperanza de recorrerlos de nuevo algún día no muy lejano.

Siria

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Visitar Damasco, Alepo o las ruinas de Palmira era un placer al que difícilmente nos sustraíamos cada año. Pocos lugares nos han tratado con tanta amabilidad, y no tantos países de la zona podían ofrecer las infraestructuras y la variedad arqueológica y monumental de Siria. El listado de los lugares prohibidos (algunos de ellos destruidos; de otros desconocemos su estado) es simplemente abrumador: Palmira, destruida por el fanatismo medieval; Alepo, sufriendo en medio del fuego cruzado de una guerra ya casi incomprensible; las norias gigantes de Hama, de destino incierto; el monasterio de San Moisés el Abisinio; el anfiteatro de Bosra… difícilmente podríamos citar el listado interminable del otrora brillante patrimonio sirio. Sólo podemos afirmar que algún día volveremos. Palabra de viajero.

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Tombuctú

Mali

Paradigma del destino lejano y legendario, hubo un tiempo en que era posible viajar en vuelo chárter desde Francia a la que fue la capital cultural del Sáhara y punto de encuentro de las caravanas beduinas. Buena parte del país aún puede visitarse con total normalidad, pero no la misteriosa Tombuctú, aquel «lugar de reunión de todos los que viajan en camello o canoa», como la describió Felix Dubois, orora un espléndido centro cultural que fue hogar de bibliotecas, mezquitas e incluso de una universidad, la Universidad de Sankore, nacida en el siglo X al resguardo de la espléndida mezquita de Sankor.

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La mezquita más antigua del Sáhara, las ciudades romanas de Sabratha y Cirene, las pinturas rupestres de Tadrart Acacus, Gadamesh, “la perla del desierto”… La memoria trae de vuelta muchos recuerdos de este país inhóspito y desierto, donde era posible recorrer ruinas romanas en soledad. Pero hay un lugar que  permanece en nuestra memoria por encima de todos los otros, incluso de la belleza del desierto: Leptis Magna, ciudad de origen cartaginés pero embellecida a mayor gloria del emperador Septimio Severo. Nunca hemos visitado unas ruinas en mejor estado de conservación, o más solitarias, donde el viento del mediterráneo acompaña todavía a las columnas y edificios que, orgullosos, resisten al paso del tiempo como testigos de una época en que Libia y su desierto vivían integradas en la comunidad mediterránea.


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Libia

Yemen

Siempre fue el gran desconocido y, para ser honestos, nunca fue un destino demasiado seguro. Hoy, sin embargo, es imposible visitarlo sin jugarte la vida casi a cada paso. Hace unos años, en 2010, con cautela y acompañados de guías locales expertos, todavía pudimos acercarnos hasta la ciudad vieja de Sana ‘a, a Shiba y al archipiélago de Socotra. Nunca olvidaremos aquel viaje, que os narraremos en otra ocasión al detalle en esta bitácora. Hoy sólo queríamos reivindicar la belleza de un país definido como hostil y armado hasta los dientes, pero que también tuvo tiempo para compartir, construir, crecer y vivir sin la amenaza constante de la guerra y el fanatismo.

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