Entrevista con Ronaldo Menéndez, autor de «Rojo aceituna»

Cumplimos por fin una vieja aspiración: charlar con uno de los mejores escritores cubanos de su generación y viejo compañero de batallas nocturnas. La excusa: la reedición de su excelente Rojo aceituna (Páginas de Espuma, 2014), un libro de viajes donde el autor relata su experiencia recorriendo los países que están o han estado alguna vez gobernados bajo la batuta del socialismo real, proyecto que le llevó a visitar una treintena de países en 18 meses de periplo viajero y vital. Ronaldo Menéndez nos recibe con una sonrisa en su casa de Malasaña, y se presta a nuestras impertinencias con la paciencia y sabiduría del viajero de fuste. ¿El resultado? Una charla amena y distendida sobre viajes, libros, memoria y nostalgias varias, y un regalo en forma de recomendaciones literarias.

VERTIERRA: Te acercas con espíritu irónico, incluso satírico, a una realidad que en ocasiones es ciertamente amarga. ¿Debe el viajero cargar la mochila con un buen puñado de escepticismos o es el viaje el que lo procura?

RONALDO MENÉNDEZ: El escepticismo es consustancial a cierto tipo de viajeros, entre los que me cuento, pero no es condición de la calidad de un viaje. Lo que sí es importante, en el momento de hacer los bártulos, es amueblar nuestra mente con ese ‘espíritu de apertura’ que se ha empezado a asumir como una corriente de filosofía viajera: estar abierto al prójimo, a experiencias y circunstancias inesperadas. Es una verdad simple y antigua para vivir de manera intensa y ‘productiva’ un viaje. Retomando la última parte de tu pregunta: el espíritu de apertura del viajero es compatible con el hecho de que el viaje procura escepticismos y experiencias inesperadas.

VT: Chile, Vietnam, Laos , Camboya, Manali (India), Bolivia, Brasil, Cuba, Tailandia, Estambul… El libro transita por muchos países y lugares. ¿Con cuál te quedarías?

RM: Es difícil quedarse con un país entero, es como quedarse no solo con la novia sino con toda su familia (cuñados incluidos). Pero si uno piensa en lugares, y en las experiencias asociadas a estos lugares, es posible darse cuenta de que hay países (novias) cuya familia numerosa es buena. Pero hay que enfocar los lugares uno a uno. Por eso me quedo con Camboya en Asia, y con Bolivia en América. Luego está un hecho sutil, pero importante: me refiero a la Camboya y Bolivia de ese viaje, porque es muy probable que, en otro momento y circunstancia, me quedase con otro territorio. Un lugar es indisociable del tiempo, y todo viaje es una experiencia temporal, o sea, emocional y concreta.

cubierta_MENENDEZ_imprentaVT: En el libro mencionas que el viaje te permite escapar de «lo desagradable de Madrid, de los gobernantes», un poco en la línea de lo que se ha llamado el síndrome de Montaigne: el viaje como huida de la realidad. ¿Estás de acuerdo con esta idea?

RM:Estoy de acuerdo, siempre y cuando se subraye que el viaje como ‘huida de la realidad’ te enfrenta a otra realidad. Para el viajero no hay puertas de salida: siempre se entra, solo hay puertas para entrar.

VT: Aunque hay otros destinos, tu viaje te lleva fundamentalmente a países asiáticos y sudamericanos que han pasado por la experiencia del comunismo. ¿Has percibido uniformidad en dicha experiencia? ¿Qué diferencias destacarías?

RM :La uniformidad es difícil de anunciar y quizá desvirtúa las diversas realidades comunistas de estos países: ¿Qué tienen que ver por ejemplo, Bolivia con Vietnam? Pero desde luego que hay ciertos puntos en común: los mecanismo de propaganda, los mecanismos de control de la información… No obstante, si tengo que afirmar diferencias (que a su vez implican semejanzas), diría que el comunismo asiático es más laborioso, y el latinoamericano es más relajado.

VT: ¿Cómo evitar la nostalgia al construir un viaje memorístico por los lugares recorridos?

RM: No se evita la nostalgia, pero podemos ‘amansarla’: que no sea una nostalgia triste, sino el recuerdo casi proustiano, sensorial y apacible, del tiempo vivido. Entonces la nostalgia se hace más amable porque volvemos a vivir, de algún modo, el viaje.

VT: ¿Puede un viaje atraparte e impedirte regresar, como en el caso de ese «club de optimistas incorregibles» que te encuentras en Laos sin ninguna gana de regresar?

RM: Uno de mis terrores viajeros, quizá el más importante, es llegar a un punto de no retorno. Sé que ese punto existe, y me resulta placentero, cuando hago viajes ‘de fondo’, fantasear con qué sería de mí si decido quedarme viviendo, por ejemplo, en esta aldea de Laos a orillas del Mekong. Se está tan bien aquí…, podría escribir, vivir las vidas de todos los que circulan, tomar Lao-Güisqui al pie de una hoguera, y de vez en cuando ir a España a despachar asuntos prácticos. Por suerte. estoy a salvo mientras tenga algunas férreas ataduras familiares. En todo caso, es toda una aventura de la fantasía imaginarse el no-retorno. Un día quizá, quién sabe…

VT: Decía Javier Reverte que no podría decir qué había aprendido en todos sus viajes. De hecho, afirmaba haber llegado sólo a dos certezas que son en realidad una sola: en todas partes hay gente lista y gente tonta, y en todas partes hay gente buena y gente mala. ¿Crees que es una categorización válida? ¿No hay nada más detrás de la experiencia de un viaje por el mundo?

RM: Reverte no es dado a categorizaciones, lo cual me parece estupendo: no viaja para ‘hacerse el filósofo’, sino para otras muchas cosas. No obstante, me parece una categorización válida, pero a la cual pueden agregarse muchas páginas, y ahí están sus libros para refrendarlo. Yo, que tengo veleidades de filósofo de pacotilla, agregaría que un viaje largo es como leer, pero usando los pies y las manos y todo el cuerpo. Leer con el cuerpo las vidas ajenas, sin llegar nunca a comprenderlas del todo. Y mientras más se viaja (se lee), más se quiere averiguar.

VT: ¿Cuánto de improvisado hubo en el viaje? ¿Estudiaste mucho los destinos, planificaste las distintas etapas o te dejaste llevar por los designios del azar?

RM: Tengo una pareja estudiosa de destinos, guía en mano. No obstante, ambos sabemos que por mucho que uno planifique, lo mejor está en lo que no esperas. La improvisación es fundamental para cierto tipo de viajeros, porque hay en el acto de improvisar una sensación de libertad que no te la da ninguna guía que asegura destinos y gestiones. Es como si con la improvisación creáramos esa sensación de aventura que antes vivían los exploradores, y que el viajero burgués que somos no nos permite atrapar. Improvisar es simular la aventura, y eso me gusta.

VT: ¿Qué autores de literatura de viajes recomendarías a nuestros lectores?

RM: Es fácil hacer una lista de clásicos ortodoxos de la literatura de viajes, que me gustan, y sería poco interesante, nada raro o novedoso, y por tanto poco útil para el lector viajero. Por eso prefiero mencionarte algunas novelas o libros de ficción, idóneos para viajeros: La teoría de las nubes, de Stéphane Audeguy, Buscando un pájaro azul, de Joseph Wechsberg, El viaje de Mina, de Michael Ondaatje, Plataforma, de Houllebecq, entre otros. Creo que quien pretende escribir sobre sus viajes, o leer como estímulo viajero, debe profundizar en buenas novelas o libros ‘literarios’ que se centran en el viaje.

VT:¿Qué es lo más raro que te ha pasado en un viaje?

RM: Mi pareja me regaló un anillo de plata y ópalo por mi cumpleaños en Hoi An, Vietnam. Yo estaba enamorado de ese anillo, que me ponía muy ajustado en el dedo gordo de la mano izquierda. Unos meses después, haciendo submarinismo en mar abierto en una isla de Malasia, perdí el anillo a más de veinte metros de profundidad. Fue una de esas cosas que te dejan un mal sabor, como de niño que pierde un juguete muy preciado. Lo comenté ya en tierra, mientras tomábamos unos cervezas con el grupo de la escuela de submarinismo y los buceadores de paso. Al día siguiente, una chica canadiense buceó en mar abierto y encontró mi anillo. Me estaba esperando para devolvérmelo. No sé si alguien puede imaginarse la probabilidad casi cero que hay de que una cosa así ocurra. Para empezar, si uno lanza un anillo desde un barco y luego se sumerge en el preciso lugar a buscarlo a veinte metros, no lo encuentra. Fue una experiencia feliz y rara.

VT: ¿Cuál fue tu primer viaje o tu primer recuerdo de un viaje?

RM: Mi primer viaje fue ‘el viaje más largo’, como el título de la novela de Nicholas Sparks: en el año 1995 viajé a Lima, Perú, y me exilié. Fue mi primer viaje y tuvo su punto de no retorno porque dejé Cuba.

VT: ¿Y tu siguiente destino?

RM: Chile: viajé de Perú a Chile a través de la frontera, en Arica.

 

 

Fast check

Un lugar para perderse
George Town, Malasia
La mejor copa me la tome en…
Al pie de una hoguera a orillas de un afluente del Mekong, en Moag Noi, Laos.
Un restaurante que hay que conocer 
El mercado de comidas de George Town, Malasia, con sus tenderetes: es como un megarestaurante
 con comida malaya, india, japonesa, china, y más…
Un lugar al que volverías siempre
La isla de Koh Rong, Camboya.
Un lugar al que no volver 
Yakarta, Indonesia.

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Visita la página del autor, www.ronaldomenendez.com

 

 

One Response to Entrevista con Ronaldo Menéndez, autor de «Rojo aceituna»
  1. Rocío Flores Alcázar Responder

    Leí hace un año Rojo aceituna y me sorprendió la mirada de Ronaldo… Lo humano demasiado desnudo… Y demasiado sincero… Francamente me impresionó. Y su estilo narrativo, rápido, concreto, me gustó, y por otro lado la mirada esperanzadora. Cierras el libro y crees que pueden suceder cosas buenas en un mundo tan descelebrado. Yo creo que Ronaldo cree en los hombres, en un mundo mejor.

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