Los pueblos etíopes: otra razón más para viajar a Etiopía

Muchas y buenas son las razones para viajar a Etiopía, pero una de las principales es sin duda su asombrosa diversidad étnica. Desde Vertierra, te invitamos a un breve recorrido por algunos de sus principales pueblos o etnias, desde los Tigray y los Amara hasta los Surma, los Mursi o los Hamer, con la segura convicción de que, después de conocerlos, no querrás dejar de viajar a Etiopía. ¡Acompáñanos!

Los Hamer: el paradigma de la hospitalidad

Mujeres Hammer en la  ceremonia del Ukulí Kulá.

Mujeres Hammer en la ceremonia del Ukulí Kulá.

Dicen de ellos que son la tribu más hermosa de África, y desde luego merecen dicho calificativo. Amables, coquetos y hospitalarios, los miembros del pueblo Hamer, con sus cuerpo esbeltos y sus finos rasgos, no tienen reparo en mostrar al visitante sus tradiciones e, incluso, sus ceremoniales más secretos, como el Ukulí Kulá o “Salto de la vaca”, rito de paso a la edad adulta de los varones Hamer. En dicho rito, si el aspirante consigue superar la durísima prueba (nada menos que saltar hasta cuatro veces por encima de una hilera de al menos diez vacas), el joven se convertirá por fin en guerrero y adquirirá el derecho a tomar esposas, pues se trata de un pueblo polígamo. Durante la ceremonia, las mujeres cantan y bailan adornadas con sus fastuosos peinados de arcilla y sus vestidos elaborados con piel de cabra, adornados hasta la saciedad con relucientes piezas de metal.

Mujer Hammer.

Mujer Hammer.

El rito de seducción es también fascinante, si bien chocará al viajero occidental por su violencia. Las mujeres Hamer se acercan bailando a los jóvenes, que permanecen sentados tocando su corneta ritual. Al verla aproximarse, el joven varón se levantará y azotará a la mujer con una vara de arbusto, ocasión en que ellas demuestran su valor y fuerza, luciendo orgullosas sus cicatrices. Después, todo el pueblo bailará y cantará, regando la fiesta con alcohol tradicional.

El pueblo Afar: Mahoma en el corazón del cristianismo africano

Miembros del pueblo Afar.

Miembros del pueblo Afar.

Esta etnia, a la que los occidentales damos el nombre de “danaquil” o “dancalí”, habita el país desde hace más de un milenio. Su cultura islámica es, al parecer, herencia directa de su contacto con los comerciantes árabes, quienes atravesaban sus tierras procedentes de la península arábiga en dirección a las más ricas tierras del Magreb. Pueblo de origen semi-nómada, los Afar llevan siglos moviéndose por la región, en busca de abrevaderos para sus rebaños de cabras, ovejas y camellos.

Si el viajero quiere distinguir a un miembro del pueblo Afar, basta con fijarse en sus curiosos peinados. Los Afar adornan sus cabellos en forma de tirabuzones, aplicando una técnica milenaria en la que emplean sus tradicionales cuchillos de filo curvo. Hombres y mujeres visten con falda (llamada sanafil), siendo el color lo que distingue los géneros.

Dentro de su compleja sociedad, se diferencian dos clases: los Asaemara, la nobleza ganadera, habitantes de la región de Assayita, y los Adaemara, de menor estatura y habitantes de las duras tierras del desierto etíope, muchos de los cuales trabajan desde tiempo inmemorial en las minas de sal del lago Asele.

El pueblo Tigray: la etnia de las montañas

Habitantes de las regiones montañosas del norte de Etiopía, en su provincia homónima, se cree que el pueblo Tigray desciende directamente de los semitas que comenzaron a poblar el Cuerno de África hace 3.000 años. Según sus tradiciones populares, se declaran descendientes del legendario reino de Saba, gobernado por Menelik I, el hijo nacido de la unión entre el rey hebreo Salomón y la reina de Saba, si bien no son los únicos en atribuirse dicho origen legendario.

(Por cortesía de Rod Waddington)

Joven de la etnia Tigray (Por cortesía de Rod Waddington)

Hoy en día, la mayoría de sus miembros se dedica a la agricultura, una labor muy dura en las escarpadas tierras donde habitan, las regiones montañosas Tigray, con escasas lluvias y un clima muy frio y seco durante la mayor parte del año.

Aún así, los Trigray mantienen sus tradiciones y cultura milenaria, como su idioma, el Tigrinya, uno de los más hablados en Etiopía y descendiente directo del Ge’ez, antiguo idioma semita empleado todavía hoy en los ritos y celebraciones de la iglesia cristiana copta. A pesar de todo, la influencia homogeneizadora del amhárico se hace sentir, y han perdido en favor de este su antiguo alfabeto, una sofisticada versión del antiguo alfabeto fenicio.

Los Tigray son un pueblo afable, pero orgullosos de su historia y tradiciones. No en balde, la antigua provincia de Tigray es, junto a Eritrea central (donde la etnia es mayoritaria), el lugar de nacimiento de la civilización etíope en el siglo VIII antes de Cristo. Más allá de su mayor o menor relevancia en el gobierno del país, los Tigray pueden sentirse orgullosos de su influencia en la historia del país, pues sus tradiciones ayudaron a moldear la actual cultura etíope, y su provincia es un verdadero y fascinante museo al aire de libre, repleto de valiosísimos vestigios y tesoros históricos.

Los Amhara: la etnia abisinia

Viajar a Etiopía: emperadores Amhara

Emperadores Amhara («Amharapeople» by Middayexpress [derivative work]).

Descendientes, según cuentan, de los guerreros abisinios que poblaban el lejano reino de Axum en el 1.500 antes de Cristo. Su leyenda fundacional los relaciona nada menos que con la Reina de Saba y el rey Salomón, cuyo supuesto hijo, Melenik I, crearía uno de los primeros estados centralizados del continente en la costa oriental del Mar Rojo, iniciando una dinastía milenaria que se extendió por la historia hasta el propio siglo XX.

Verdad o mito, lo cierto es que los cinco millones de etíopes Amhara forman parte del grupo que, aún hoy, ejerce buena parte del poder político en el país, si bien, desde mediados de la década de los noventa, esta supremacía ha ido declinando poco a poco. Prueba de su histórico dominio sobre Etiopía es el hecho de que su lengua, el amhárico, y su religión, el cristianismo copto, fueron durante años el idioma y religión oficiales del estado etíope.

Los Oromo: los primeros monoteístas

Kenesisa Bekele, miembro delpueblo Oromo. (Por cortesía de Erik van Leeuwen.)

Kenesisa Bekele, miembro delpueblo Oromo. (Por cortesía de Erik van Leeuwen.)

Se trata del grupo étnico más grande de Etiopía. Su población, repartida por todo el territorio etíope, puebla mayoritariamente la zona sur del país y profesa el Islam suní, aunque todavía pervive su religión original: el culto al Waaqa Tokkichaa o Dios Único, cuya existencia es previa al cristianismo.

La etnia Oromo se estructura en cuatro grupos principales: los Wallaga, habitantes de la parte más occidental del llamado “país Oromo”; los Tulama u Oromos del norte, asentados en la zona de Shoa y muy integrados en la dominante cultura amhárica, a pesar de tener su propio lenguaje, el Oromifa; los Arsi y Borama, u Oromos del sur, que mantienen aún su ancestral modo de vida semi-nómada; y los Harage, habitantes de la parte oriental del país, principalmente en las ciudades de Harar y Dawa.

Procedentes de Somalia, los Oromo se asentaron en Etiopía en la Edad Media. Aún mantienen algunos de sus ritos tradicionales, aunque adaptados a las exigencias modernas. Por ejemplo, antiguamente, los jóvenes Oromo debían matar a un hombre para alcanzar el estado adulto, y era costumbre que se casase con la novia del fallecido. Hoy en día, el ritual se ha folclorizado y se usan animales salvajes.

Las tribus Surma y Mursi: la lucha por la supervivencia

Niño Surma.

Niño Surma.

En el sudoeste selvático del país, nos encontramos con los supervivientes de las tribus Surma y Mursi, pastores y agricultores que luchan por no desaparecer dentro de la inevitable unificación traída por la modernidad. Se calcula que apenas quedan unos 45.000 Surma, y sólo 9.000 Mursi, incluidos los que todavía habitan en Sudán del Sur, lugar del que se cree que proceden. La belleza casi abstracta de sus adornos corporales, elaborados a base de pigmentos vegetales y elementos naturales de su entorno cotidiano, es una de las expresiones identitarias más bellas y asombrosas de todo África, y toda una declaración de orgullo de sus habitantes, quienes llegan a cambiar tres veces al día de aspecto, en una extraordinaria y colorida demostración de coquetería y seducción, pero también como una forma de expresar su estado de ánimo o su orgullo. Las escarificaciones y mutilaciones que infligen a su cuerpo son también signos de elegancia, fortaleza y valor, aunque quizá lo más conocido sean los platos de arcilla o madera que las mujeres incrustan en sus labios labiales.

Mujer Surma.

Mujer Surma.

Pero no debe engañarse el viajero con el brillo de los adornos tribales. A pesar de un origen común, ambas tribus son bastante hostiles entre sí. Tanto los Mursi como los Surma son tribus guerreras, y sus miembros lucen orgullosos sus kalashnikovs. Es costumbre avisar al viajero de que conviene madrugar para visitar a los Mursi. Su fama de malos bebedores les precede, y es habitual encontrarlos borrachos y armados a partir del mediodía, si bien es más una leyenda para atemorizar un poco a los turistas que un aviso de peligro real. De hecho, conscientes del peligro de perder su cultura y sus raíces, los Mursi han declarado su territorio “Zona comunitaria de conservación”, e iniciado un proyecto comunitario de turismo.

Los Karo: al borde de la extinción

Joven de la etnia Karo.

Joven de la etnia Karo.

Apenas quedan 1.500 miembros de esta tribu que habita en la orilla del río Olmo cultivando sorgo, maíz y judías. Además de estos alimentos, consumen miel y el pescado que extraen del río. Entre sus peculiaridades, baste citar que los Karo se colocan un clavo bajo su labio inferior como adorno ritual, y adornan su rostro y cuerpo con yeso, imitando el plumaje moteado de las gallinas de guinea. Los Karo provienen de la región montañosa habitada por el pueblo Hamer, de donde emigraron a causa de las grandes sequías que asolaron la zona.

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