No les hemos hablado todavía de Jordania, tierra bíblica, territorio de los Cruzados, reino de los Nabateos, lugar de hazañas y leyendas transitado por nombres que están ya en la historia y en el imaginario de todos: Lawrence de Arabia, Pompeyo El Grande, el emperador Adriano… Viajar a Jordania debería estar en la agenda de todo buen viajero.

Les haremos aquí un pequeño relato de algunas de las muchas maravillas de Jordania, pues no hay espacio para narrarlas todas de una sola vez. Tal es el encanto de este país regado por las aguas del Mar Rojo y el Mar Muerto, antigua encrucijada en la ruta de la Seda, tierra romana en los tiempos de Pompeyo y Adriano, lugar de batallas y  refugio de los cruzados. No son mil y una razones las que expondremos aquí, aunque podríamos, sino seis buenos (y hermosos) motivos para viajar a Jordania y perderse en la magia añeja y legendaria de sus encantos, seis lugares que hay que conocer, vivir, oler, saborear, las 6 maravillas de Jordania.

Amán, capital del Reino de Jordania

Habitada desde el Neolítico, Amán es a la vez una ciudad moderna y antigua, capital del Reino de Jordania y sede del Gobierno, pero también un increíble espacio repleto de los restos de la historia reciente y antigua. Como La Ciudadela, con las impresionantes ruinas del Templo de Hércules, muy cerca del Palacio Omeya y compartiendo espacio con iglesias bizantinas. Su impresionante anfiteatro, esculpido con pericia y esmero en la ladera de la montaña, es un ejemplo de ingeniería romana, y todavía hoy se celebran en él festivales de música y teatro.

La colina de la ciudadela.

Viajar a Jordania Ciudadela 2

Pero no acaban aquí los atractivos de Amán, pues el viajero deberá acercarse a sus vitales zocos, el espléndido Museo Arqueológico de Jordania, al Museo del Folclore, al de las Tradiciones Populares, todos situados muy cerca de La Ciudadela, reflejo del empuje de una tierra ya milenaria, donde el rito y la cultura se entremezclan desde hace siglos. Porque Amán, todavía hoy, es tierra de reyes.

Petra, siempre Petra

¿Qué decir de Petra que no hayan leído o escuchado? ¿Acaso queda alguien que no haya oído ese nombre legendario, o contemplado con asombro las fotografías de periodistas y viajeros? El mayor tesoro de Jordania es la visita que todo viajero espera: atravesar los pasadizos de piedra, doblar un recodo montado en camello y contemplar, como antaño y como siempre, la belleza de un paraje que supera la imaginación.

Vista exterior del a ciudad de Petra al atardecer.

Antigua ciudad de los Nabateos, a apenas tres horas de la capital, Petra, ciudad esculpida en la roca de la montaña, conserva casi intacta toda su monumentalidad y belleza, pero también los canales de agua, las cisternas… los restos de un lugar que fue habitado durante mucho tiempo y que conoció su esplendor como refugio y posada de los mercaderes de la ruta de la seda. Cientos de edificios, tumbas, baños, templos, calles y hasta un anfiteatro esperan al viajero que atraviesa a pie, o en camello, el desfiladero oculto bajo gigantes pétreos de 200 metros de altura. Aquí sigo, parece decirnos: Petra sobrevive para asombro de los viajeros.

Jerash, la gran desconocida

Es, quizá, la gran desconocida de Jordania, y en verdad que merece una larga visita. Poblada hace más de 6.000 años, conoció su esplendor en época de Adriano, el segundo emperador hispano, y es quizá la ciudad romana mejor conservada del mundo, gracias a que permaneció oculta, como una leyenda olvidada, bajo las arenas del desierto hasta los años setenta del siglo pasado. Pasear por Jerash es pasear por un mundo aún no perdido del todo. No hay muchas experiencias comparables a caminar por sus calles adoquinadas, contemplando sus plazas, el foro, los templos y las orgullosas columnas romanas. Y después está la ciudad real, la moderna Jerash, que bien merece un paseo o dos para ver con los ojos propios el producto de una mágica conjunción: el encuentro de dos mundos quizá no tan extraños, pues en Jerash, cuyo suelo pisó también Pompeyo El Grande, se dan la mano Oriente y Occidente.

El templo de Artemisa (Jadesh).

Aqaba, el anhelo de Lawrence

El anhelo bélico de Lawrence tenía un nombre: Aqaba, el Puerto del Mar Rojo. Es casi imposible fechar el origen de su predominio como lugar de partida y llegada de los cargamentos hacia el Lejano Oriente. El Fuerte Mameluco recuerda aún hoy el orgullo de un pueblo guerrero, acostumbrado a los rigores del desierto pero bañado por las aguas de un mar repleto de corales. Y es también imprescindible visitar la mansión del honorable Sharif Hussein Bin Ali, bisabuelo del rey Abdullah II, quien fue emir y jerife de La Meca, e incluso rey de Hiyaz hasta que fue expulsado al exilio, un califa sin reino ni trono.

Castillo Memeluco en Aqaba.

Umm Qays, las ruinas de la ciudad colgante

Arriba, en lo alto de una imponente colina, nos saluda, suspendida y colgante sobre el valle del río Jordán y las aguas del lago de Tiberíades, la vetusta ciudad de Umm Qays, un magnífico depósito arqueológico que es testigo y testimonio del paso de muchas culturas, de la caída de reyes, califatos e imperios. Todo allí merece una visita: su anfiteatro, su espléndida Basílica y el hermoso cementerio, repleto de lápidas talladas por los mejores artesanos de la antigüedad, sus calles bordeadas de columnas, el hipódromo, los baños públicos, el misterioso mausoleo subterráneo.

Wadi Rum, el Valle de la Luna

El Valle de la Luna, el desierto rojo… Dicen que hay muchos desiertos, pero sólo hay un Wadi Rum, pues no hay lugar en el mundo tan árido y espléndido. Sus arenas rojas, sus endebles montañas de arenisca, sus acantilados redondeados por el viento, la arena y el tiempo, parecen decirnos que el Wadi Rum es un lugar poblado por antiguos fantasmas.

Wadi Rum es, de hecho, otro planeta: uno extraño y arrebatadoramente hermosos, donde sólo los beduinos (y Lawrence) se atrevieron a habitar. Dicen que a veces llueve en el Wadi Rum, aunque parezca una imagen imposible, un sueño en medio de este lugar extraño, este paso de antiguas caravanas en el que el viajero querrá perderse durante un día entero, una semana, una vida…

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