Viajar a Etiopía, visitarlo de nuevo prácticamente todos los años, se ha convertido en toda una tradición en Vertierra. Hemos preguntado a todo el equipo por qué aman el país de las iglesias excavadas, las razones íntimas de esa fascinación que Etiopía ejerce en todos nosotros desde hace tanto tiempo. Son ya muchos años viajando allí, conociendo a sus gentes y admirando todos los regalos que ofrece ese extraordinario país a todos los que se acercan a conocerlos. Por algo es nuestro destino favorito. Si quieres saber por qué lo es, y por qué deberías viajar a Etiopía, te damos aquí un buen puñado de razones.
- Por sus 82 lenguas y más de 200 dialectos, una riqueza cultural única en toda la Tierra.
- Por su dinamismo económico, que hace que crezca año a año a un ritmo asombroso, y por el esfuerzo de (casi) todos para acabar con la desigualdad endémica del continente.
- Por su esfuerzo diario en mejorar día a día, reduciendo poco a poco los niveles de pobreza a base de empeño y tesón.
- Por su glorioso pasado, pues fue la sede de uno de los imperios más longevos de la historia: el Reino de Axum.
- Por el Nilo Azul y sus enormes lagos, hermosos y longevos como mares.
- Por su calendario juliano, y la natural adaptación del país al ritmo natural del astro Sol.
- Por su historia de independencia, pues tiene el raro honor de no haber sido nunca colonizado.
- Por su tolerancia y armonía religiosa, pues aún hoy cristianos, musulmanes, judíos y animistas conviven en paz.
- Por haber sido el hogar del poeta Rimbaud, quien dejó Europa hastiado de todo y de todos para no volver a escribir jamás: “Mi jornada está hecha; dejo Europa. El aire marino quemará mis pulmones; los climas perdidos me curtirán”.
- Por su paisaje natural y su paradójica geología, desde las altísima cumbre Ras Dashen (4.600 m) a la depresión más baja de la tierra (el desierto de Danakil, situado a 150 m por debajo del nivel del mar).
- Por las misteriosas iglesias excavadas de Lalibella, la octava maravilla del mundo, aunque debiera haber sido la primera.
- Por Kapuscinsky y su libro El emperador, maravilloso y terrible, una dolorosa lección sobre la última capacidad de resistencia.
- Por sus grandes fondistas y atletas: Abebe Bekila, Haile Gabreselassie, Kenenitsa Bekele y tantos otros.
- Por descubrir la planta del café y darle su hermosos nombre (por Kaffa, provincia del sur, donde monjes medievales aprendieron a infusionar el fruto de la Coffea).
- Por Gondar, ciudad de muros y castillos, inspiración de J. R. R. Tolkien para el reino de los hijos de Isildur: Gondor, “el país de piedra”.
- Por la riqueza mediterránea de su suculenta gastronomía, por la ingera, el wat, el tere segá…
- Por la leyenda de la Cruz Verdadera, que llegó a tierras etíopes (o así lo cuentan) como un regalo del patriarca de Alejandría al Emperador
- Por los frescos de la iglesia de Debre Birhan Selassie, que sobrevivió intacta a los ataques de derviches, italianos y británicos.
- Por las ruinas del palacio de la Reina de Saba, madre nacional de Etiopía y su larga estirpe imperial.
- Por la caldera de lava del Erta Ale, aún activa, y a la que nos asomamos con temor y entusiasmos repentinos.
- Por la fiesta de Enkutatash, el año nuevo etíope, que celebra el triunfo del sol y el inicio de la temporada de cosechas.
- Por sir Richard Burton, que inició aquí el largo camino del descubrimiento de las fuentes del Nilo.
- Por el teff, extraordinario alimento, fuente de salud y riqueza.
- Por Addis Addeba, a la vez acogedora y caótica, la tercera ciudad más alta de la Tierra
- Por sus tribus, valerosas e independientes: por los Afar, los Mursi, los Surna, los Hamer…
- Por las montañas Entoto y la iglesia azul de Entoto Maryam.
- Por al Arca de la Alianza, cuya leyenda cuenta que descansa en la Iglesia de Nuestra Señora de Sion.
- Por el mercado del jueves en Gaba Kemisa y los mejores bollos de café que jamás hayamos probado.
- Por Walmara, tan remota, tan necesitada, tan acogedora y hermosa.
- Porque siempre nos permite volver, y siempre nos apena abandonarla.
