Viajar a Burkina Faso: Bobo-Dioulasso, la ciudad animista

A pesar de su riqueza histórica y su enorme patrimonio arqueológico y cultural, de una relevancia muy superior a casi cualquier otro destino africano, Bobo-Dioulasso, la segunda ciudad más importante de Burkina Faso, antigua capital del reino de Gouïriko y, más tarde, del Alto Volta francés, es todavía (e inmerecidamente) una desconocida dentro de las rutas africanas. Frente a la volatilidad y tensiones étnicas y religiosas de regiones cercanas, la ciudad ha querido convertir la cultura en su principal fuente de desarrollo, incentivando la colaboración interreligiosa y construyendo poco a poco una atmósfera de tolerancia y respeto entre las distintas tradiciones culturales y religiosas del país, toda una asombrosa y envidiable rareza continental que podrás ver si decides viajar a Burkina Faso.

Detalle lateral de la mezquita de Bobo.

Detalle lateral de la mezquita de Bobo.

De hecho, se podría decir que toda la ciudad está volcada en la conservación de su patrimonio material e inmaterial, y sus ciudadanos participan activamente no solo en la conservación de las fachadas de las casas y monumentos, sino también en el mantenimiento de una herencia cultural que impregna los callejones y estrechas encrucijadas de esta maravillosa ciudad de barro, madera y adobe. Su propio nombre, Bobo-Dioulasso, dice mucho del carácter amable e integrador de las gentes de la ciudad, uniendo en una sola denominación el nombre de dos etnias de antigua y feroz rivalidad:  los Bobo y los Dioula, que en lugar de proseguir sus luchas por el control de una población situada estratégicamente en medio de varias rutas comerciales, decidieron compartirla de manera pacífica y ejemplar.

A pesar de su mayoría musulmana, alrededor de un 30% de la población de Burkina Faso es animista, y es precisamente Bobo-Dioulasso el lugar donde se concentra el mayor número de miembros de esta creencia antaño predominante en todo el continente y que todavía pervive en algunas zonas del África Subsahariana. Aquí, en Bobo, los ritos animistas están muy presentes en la vida cotidiana, y es también aquí, en sus estrechas calles, donde se celebran los más importantes ritos y festivales del animismo burkinés.

Barrio antiguo de Bobo

Barrio antiguo de Bobo

De todos sus barrios, el barrio antiguo es sin duda el que más y mejor aglutina el orgullo cultural de la ciudad. Fue aquí donde nació la población original hace más de un milenio, y es aquí, entre sus murros de barro, donde se puede encontrar la casa más antigua de Bobo, una construcción erigida en el siglo XI. Pero, por encima de todo, el barrio antiguo es el hogar de los griots o “guardianes de la tradición”, auténtica estirpe de narradores de historias y músicos que constituyen el reservorio vivo de una tradición oral que se remonta a muchos siglos atrás y que constituyen un grupo endogámico y celoso de sus ritos que goza de un respeto ancestral por todo el país.

Pero el barrio antiguo esconde otras muchas sorpresas y secretos: el viajero puede encontrarse sin demasiada dificultad con altares de sacrificio colocados con toda normalidad en medio de las calles, o con el estanque donde habitan los guardianes de la ciudad, los sagrados peces gato. Y es aquí, entre sus sinuosas calles, donde se celebra el acontecimiento cultural más importante de la ciudad: el Festival de Máscaras de Bobo-Dioulasso, un imprescindible para cualquier viajero que decida viajar a Burkina Faso. Este festival, que se celebra siete veces al año, reúne a todas y cada una de las etnias del país, que acuden a la ciudad para mostrar las máscaras empleadas en sus rituales religiosos, punto de inspiración de artistas occidentales de la talla de Pablo Picasso. No es de extrañar que el barrio antiguo sea también el hogar de los artesanos de Bobo, que tallan piezas de madera y bronce empleando técnicas milenarias.

Músicos locales tocando en Bobo-Dioulasso.

Fuera del barrio antiguo, no podemos dejar de mencionar una de las maravillas de Bobo, su célebre mezquita, construida en el llamado estilo sudanés o saheliano a finales del s. XIX y que tiene el honor de ser el edificio más famoso del país. Construida en adobe revestido de barro y con forjados de madera, durante mucho tiempo la mezquita estuvo cerrada a los visitantes no musulmanes, pero gracias a una hábil política de entendimiento entre todas las comunidades religiosas y las autoridades de la ciudad, ya podemos adentrarnos en esta impresionante construcción y, de la ,mano de su Imán, recorrer sus estrechos pasillos rodeados de columnas, observar sus imponentes minaretes e, incluso, acceder a su planta superior, reservada para el rezo de las mujeres.

Pero de todas las sorpresas de esta ciudad inimitable, hay una que sobresale por encima de las demás, y que sorprenderá al viajero desde el mismo momento en que pise las calles de Bobo-Dioulasso: la música, verdadera religión de la ciudad. Y es que Bobo es, por derecho propio, la capital musical del oeste de África (con permiso de Bamako), y un auténtico centro de peregrinaje para todos los amantes de la música de percusión y de las danzas regionales. El balafóh, la kora y los djembes son la base de los ritmos de la ciudad, y basta pasearse por el distrito de Balomakoté para encontrarse con restaurantes al aire libre y con los famosos “cabarets nocturnos” de Bobo-Dioulasso, donde los artistas locales muestran su música a todo el que quiera acercarse por allí.

 

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