Varios son los enclaves de la India donde el viajero puede disfrutar de la compañía de los primates, pero pocos lugares tienen la magia de este templo maravilloso, un lugar de visita ineludible para cualquiera que decida viajar a la India y visitar las rosadas calles de la ciudad de Jaipur.
Muy cerca de Jaipur, en concreto a unos 10 km al este de la célebre ciudad rosada, tomando la salida de Surajpol, está el Templo de Galwar Bagh, dedicado al Dios Sol y al Dios Hanuman o Dios Mono, considerado por los hindúes como uno de los avatares o encarnaciones de Visnú. El templo es más conocido como “el templo de los monos” pues, como comprobamos enseguida, estos graciosos primates abarrotan sus estanques, techos y ventanas, jugando entre sí e interactuando con los visitantes en busca de algún premio en forma de comida.
En realidad, el complejo es una suma de templos diversos coronados por el de Galwar Bagh y al que únicamente se accede andando, ascendiendo por una concurrida colina repleta de fieles y curiosos. La entrada es gratuita, aunque, como es habitual en toda la India, hay un cargo de 50 rupias por emplear la cámara de fotos y de 150 rupias si se trata de una cámara de vídeo.
Después de atravesar el acceso principal, no demasiado prometedor, ascendemos por la colina y en seguida nos percatamos de la belleza del lugar: muros de color rosado coronados por terrazas, ambos decorados profusamente con hermosos motivos vegetales y figurativos extraídos de la mitología y religión hindú. Poco a poco, nos vamos acercando a nuestro destino, como anticipan los grupos de primates que se nos acercan a tirarnos del pantalón. Previsores (y aconsejados por nuestro guía), hemos comprado un par de kilos de plátanos por poco más de 30 rupias en un mercado local para ofrecérselos a estos monos sagrados descendientes, al decir de los fieles, del Gran Hanuman, una de las más populares deidades del hinduismo, poseedor de una fuerza extraordinaria. También se pueden comprar cacahuetes en la misma entrada del complejo.
Decenas de peregrinos nos acompañan en la ascensión. Acuden a presentar sus respetos y ofrendas al dios, pero también veneran a un santón local, de nombre Galav, del que se dice que vivió aquí practicando la meditación en señal de penitencia por algún pecado pasado.
El templo, verdaderamente magnífico y construido en piedra rosa, está compuesto por una serie de pabellones donde los célebres monitos campan verdaderamente a sus anchas. Alrededor del complejo, hay un manantial sagrado con cascadas que precipitan sus aguas sobre dos grandes piscinas de niveles superpuestos y donde los peregrinos realizan sus baños depurativos. Pero estos estanque o piscinas no son de uso exclusivo, pues los monos, verdaderos amos y señores del lugar, juegan también a lanzarse al agua realizando piruetas inverosímiles. Cuentan los lugareños que estas piscinas no se secan nunca gracias a las plegarias del santón Galav.
Un consejo: aunque los monos son, por lo general, amigables y están muy acostumbrados a interactuar con los humanos, no os acerquéis demasiado a las hembras que veáis acompañadas por sus crías, muy recelosas y ariscas y dispuestas a todo para proteger a sus hijos.
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