En lo alto de la colina Singuttara, en la ciudad de Rangún, nos encontramos por fin con un viejo objetivo: la fastuosa Pagoda Shwedagon, una de las más antiguas del mundo si damos crédito a la leyenda, que data su construcción hace la friolera de 2.500 años. Para ser justos, no podemos dejar de mencionar que los estudios más recientes y fiables la han datado entre los siglos VI y X, lo que no impide reconocer que, si no la más vetusta, es difícil encontrar una pagoda tan impresionante. Por un lado están sus 110 metros de altura, el equivalente a un rascacielos mediano y una rareza en un templo de estas características; por el otro, está su característica más evidente y notable y verdadero elemento atrayente para la comunidad budista internacional, pero también para el turismo de todo signo. Hablamos, por supuesto de, su derroche de lujo y riqueza, característica que hace de esta pagoda sagrada un must para cualquiera que haya decidido viajar a Myanmar.
Al acercarnos al complejo de 46 hectáreas donde se encuentra el templo, además de felicitamos por la oportunidad de contemplarla en un día bastante despejado, comprendemos de inmediato sus sobrenombres de “Gran Pagoda Dagon” o “Pagoda de Oro”, literalmente paralizados por el brillo de los muchos kilos de oro, en forma de láminas, que la recubren casi en su totalidad y por los impresionantes rubíes y diamantes que adornan toda la estructura. Hemos hecho los deberes y sabemos que se trata de oro auténtico en una cantidad desorbitada: 27 toneladas de oro donados, al parecer, por el pueblo de Birmania, en respuesta a una antigua tradición inaugurada en el siglo XV por la reina Shinsawbu, quien donó su peso en oro animando a su pueblo a colaborar en el recubrimiento del templo, costumbre que se mantiene hoy en día: los birmanos entregan sus valiosas joyas para conservar la pagoda, pero también para la conservación de las muchas pagodas que salpican toda la tierra de Myanmar. Las piedras preciosas, una de las riquezas de este país lejano, son otra de las características de esta construcción a un tiempo fabulosa y extravagante: 2.317 rubíes y 4.531 diamantes decoran la parte superior de la estupa, y el más grande de ellos alcanza la exagerada cifra de 72 quilates.
La majestuosidad de la Pagoda es evidente, pero no todo el mundo sabe que este templo, uno de los más sagrados del país al servir de continente a las reliquias de 4 budas (entre ellas, un trocito de tela y ocho cabellos que al parecer pertenecieron a Siddharta Gautama), forma parte de un complejo con cientos de templos, santuarios, estatuas, estupas y altares donde la Pagoda es el centro de todo, dominando el horizonte de Rangún (o Yangon). De hecho, enseguida observamos que a la estupa principal, de base octogonal como reflejo de los 8 días de la semana birmana, la rodean decenas de estructuras independientes, en concreto 64 pagodas, con una de ellas situada en cada uno de los cuatro puntos cardinales.
Es una pena que no tengamos tiempo para permanecer en la pagoda hasta la noche, pues los días de luna llena (y este lo es, como nos recuerda un peregrino), los fieles se reúnen y encienden velas en conmemoración de la iluminación que, de nuevo según la leyenda, experimentó Buda en un día de luna llena.
Para entrar a la pagoda, el visitante debe descalzarse, signo de respeto que el viajero deberá cumplir en todos y cada uno de los recintos sagrados de Myanmar. Avisados por nuestro guía, ya sabemos que el código de vestimenta es relativamente estricto, y todos hemos acudido con pantalón largo (la norma no escrita dice “por debajo de la rodilla”) y manga larga, aunque no hubiera sido necesario: en la entrada del templo, se facilita ropa adecuada de forma gratuita.
Ya dentro del recinto, observamos a la gente afanándose en una gran diversidad de rituales religiosos: por un lado, vemos a los fieles verter agua sobre una figura de buda, un ritual de influencia hinduista pero también recorrer la pagoda en estricto orden, siempre siguiendo el sentido de las agujas del reloj, costumbre extendida por todo el país y que recibe el nombre de let ya yit.
Algunos consejos para visitar la Pagoda de Schwedagon
De nuestra experiencia visitando la Pagoda, hemos extraído algunas conclusiones en forma de consejos viajeros, que seguro que os resultarán útiles.
- – Por lo que nos dijeron, merece mucho la pena visitar la Pagoda al anochecer para disfrutar de la iluminación, aunque la mejor hora es a primerísima hora de la mañana, cuando los peregrinos y visitante son han acudido en masa todavía.
- – La pagoda está abierta desde las 4 de la madrugada hasta las 10 de la noche, pero no se permite el paso de extranjeros hasta las 6 de la mañana. A partir de las 21:45, ya no se admiten visitantes.
- – El precio para visitar la pagoda son 7.800 kyat (unos 5€). Eso sí, tened en cuenta que no se trata de un permiso para 24 horas. Si abandonáis el complejo y queréis volver a entrar, no tendréis más remedio que volver a pagar el precio de la entrada. La picaresca, en todo caso, está ,uy extendida, y quizá queráis conservar el ticket (en realidad una pegatina que es obligatorio abandonar a la salida) y regresar sin coste a otra hora del día.
- – Os recomendamos evitar el transporte público y caminar hasta el complejo si estás en el centro de Rangún (se tardan unos 30 minutos a ritmo normal). Si no tienes miedo a los atascos, puedes coger el autobús 204 u optar por un taxi privado (unos 2€ desde el centro). Lo más rápido y práctico es acceder a la pagoda desde la calle Ar Za Ni.
- – Si os queréis ahorrar el esfuerzo de subir a pie las escaleras, evitad la entrada oeste, la única sin ascensor y casi en desuso. Las más bonitas son la entrada este y la entrada sur.
- – A pesar de que existen consignas para dejar los zapatos, os recomendamos llevarlos con vosotros. El complejo es enorme, y así os ahorraréis tener que desandar el camino andado en busca de una de las cuatro entradas.
- – El suelo es de mármol, material que se calienta mucho si el sol aprieta (fue nuestro caso), y que resbala si estamos en época de lluvia. Llevad siempre una botella de agua para refrescaros los pies, si es necesario, y un paraguas para protegeros tanto del sol como de la lluvia.
- – No os preocupéis por llevar demasiado dinero en efectivo. En Myanmar, la religiosidad no está reñida con la practicidad, y encontraréis cajeros automáticos dentro del complejo.
¡Si quieres conocer la Pagoda de Schwedagon, visita nuestros programas de viajes a Myanmar!
One Response to Viajar a Myanmar: la Pagoda de Schwedagon