Viajar a Myanmar: un recorrido por la desigual presencia de la antigua Birmania en el cine occidental

Nuestra fascinación un tanto naif por el orientalismo ha hecho que muchos lugares aparezcan en la gran pantalla como deseo o representación de una suerte de paraíso en la Tierra, pero también como escenario de hazañas, principalmente bélicas, y sobre todo de aquellas que nutren la leyenda del infierno en vida que fue la sofocante contienda del Pacífico en la Segunda Guerra Mundial. En todo caso, el papel de Birmania en el cine ha sido y es, por encima de todo, el de escenario para el héroe occidental, generalmente norteamericano, ya esté atrapado en las lianas de una húmeda y oscura jungla o en los cielos edénicos y kármicos de la arrullante felicidad oriental.

Guerras y amores se suceden, en fin, entre las nieblas de lugares míticos como la propia Burma, Yangon o Mandalay pero, a veces, el ojo del cineasta también ha sabido captar retazos de verdad en algunas películas de mayor sinceridad o simplemente de menor complacencia. Hablaremos aquí de algunas de ellas, intentando trazar un relato un poco escéptico a través de la presencia de Birmania en el cine y permitir al lector viajar a Myanmar con la audacia del deseo filmado, ya sea al lado del sudoroso bigote de Errol Flynn o huyendo de la violencia de la mano de una turista con la deliciosa (y pasmada) cara de Patricia Arquette.

Una docena de películas y ni una imagen de Myanmar

Desde la temThe_Road_to_Mandalay_(1926)prana fecha de 1926 hasta ya entrada la década de los sesenta del siglo XX, se rodaron al menos una docena de películas que o bien transcurren en Birmania o bien mencionan su nombre o el de alguna de sus ciudades, o simplemente tienen en ella alguna escena, por breve que esta sea. En realidad, la gran mayoría de películas transcurren en la campaña del Pacífico, liderada por los norteamericanos pero con presencia (heroica, por supuesto) de canadienses y británicos. De calidad variable, estos films algo vetustos y bastante propagandísticos mantienen al menos la artesana fascinación del cine clásico por la narración de historias, como ocurre sin duda en The Road To Mandalay (1926), del maravilloso Tod Browning, una joya fílmica de la que se conserva únicamente una copia incompleta, pero que cuenta con una de las primeras verdaderas estrella del celuloide, el gran Lon Chaney, y la habitual maestría de Tod Browning para la (re)presentación de miserias humanas y ambientes inquietantes, sino directamente freaks. A pesar de la falta de metraje, lo que convierte el visionado en algo un tanto confuso, se trata de una joya perdida del cine que merece una oportunidad si consiguen hacerse con una copia. Ya les advierto que es difícil.

Pero de este período fílmico fundamentalmente bélico, destacan sobre todo dos películas construidas de nuevo alrededor de un protagonista carismático: nada menos que Errol Flyn y Gregory Peck, dos de los apóstoles del cine con mayúsculas. Nos referimos a The Purple Plain, de Robert Parrish, estrenada en 1954 y traducida al castellano con el nada inocente título de Llanura roja y, por supuesto, a Objetivo Birmania, de Raoul Walsh.

descargaLa primera es un drama psicológico de redención en el que un esforzado Gregory Peck encarna a un soldado canadiense atormentado por la muerte de su mujer. Por supuesto, el bueno de Peck llora mucho antes de atreverse con todo, salvar a muchísima gente y encontrar por fin el ansiado descanso del guerrero en forma de amor oriental. Nada demasiado sorprendente, hay que confesarlo, pero merece la pena por el paisaje y por las caras de dolor del sufriente protagonista.

15500En cuanto a Objetivo Birmania, bastaría con decir que en ella sale Errol Flynn, y ya sabemos lo que esto significa: la diversión está garantizada. El galán de galanes, en realidad uno de los borrachos y macarras más alucinantes de la historia de Hollywood, interpreta al mayor Nelson, quien está al frente de un pelotón de paracaidistas en una heroica y suicida misión en Birmania, que fue rodada (muy creíblemente, todo hay que decirlo) en los bosques de California… Inevitablemente propagandística (se estrenó nada menos que en 1945), se trata de un clásico del cine bélico y de una gran película, aunque Birmania (o California) es un simple atrezzo para las hazañas del capitán Nelson y su equipo de valientes y compasivos soldados, enfrentados al malvado imperio nipón.

De Rambo al Premio Nobel de la Paz, pasando por un genial irlandés

Que sepamos, Birmania no dejó demasiado rastro en las pantallas occidentales durante varias décadas, casi hasta que el inefable Sylvester Stallone decidió hacer arder él solito toda la jungla en una explosión incontrolada de testosterona y reaganismo. Icono de un cine infantiloide y moralmente dudoso, John Rambo nos enseñó lecciones inenarrables, como que un arco puede convertirse en un lanzagranadas o que las máquinas de matar también lloran y se pueden enamoran (sin homoerotismo, por supuesto) de ajados coroneles con boina verde.

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John Rambo, henchido e hinchado de imperialismo

Pero no todo fue así para siempre jamás, no se asusten.

Mas Alla De RangunEl cine de verdad (para entendernos: el que cuenta cosas y no renuncia a la belleza) se ha fijado también en Birmania, Myanmar o como quiera llamarse esta tierra hermosa y todavía extraña para muchos de nosotros. Es lo que ocurrió cuando John Boorman nos puso a todos en la piel de una turista americana que despierta de su sueño oriental de la manera más dramática posible. Más allá de Rangún es quizá la mejor película sobre Birmania, y lo es porque, aunque algunas escenas puedan resultar un pelín horteras, su mayor parte está contada de manera soberbia y es en el fondo un pequeño escupitajo a nuestra complacencia de turistas en busca de lujo y misticismos varios en lugares donde ocurren muchas otras cosas, y muchas de ellas muy pero que muy malas. Y por Patricia Arquette, frágil y fuerte, hermosa e hiriente como espejo de lo que somos.

Y luego está Aung San Suu Kyi, por supuesto, la hija del héroe nacional asesinado y Premio Nobel de la Paz 1991 por su valiente labor opositora. Su retrato en The Lady (2011) es un biopic muy respetuoso rodado por el generalmente excesivo Luc Besson, quien se saca de la manga un ejercicio intimista y contenido que consigue no caer del todo en lo hagiográfico y que permite entender ciertas claves de la política birmana y de la figura de su principal líder. Ideal para una tarde de domingo con conciencia.

Documentales: la realidad en crudo

Aquí ya sobran las ironías. Sabemos que la imagen en movimiento no vive solo de ficción; de hecho, filmar la realidad convirtiéndola en relato alcanza muchas veces alturas éticas difíciles de igualar. Es el caso, por ejemplo, de Burma VJ: reporting from a closed cuntry, un documental valiente donde los haya, dirigido por el danés Anders Hogsbro Ostergaad pero grabado in situ por periodistas birmanos en la clandestinidad. La pieza está montada alrededor de decenas de testimonios directos de las víctimas de la represión durante las protestas de septiembre de 2007, conocidas en el mundo entero como la “Revolución de azafrán” por el color de las túnicas de los monjes, prácticamente omnipresentes en Myanmar. La obtención de las imágenes es en sí misma una historia de heroicidad verdadera: un pequeño grupo de periodistas birmanos se hacen con pequeñas cámaras digitales para grabar todo lo que ocurre en las tétricas jornadas de 2007 ante la prohibición de entrada al país a los periodistas internacionales, convirtiéndose así en los ojos y los oídos de la audiencia internacional.

descarga (1)Burma VJ: reporting from a closed cuntry

Para terminar, les recomendamos otro documental nada complaciente: Inside Burma: land of fear, una entrevista de John Pilger con Aung San Suu Kyi realizada en 1996 y una denuncia expresa a las empresas que apoyaron el régimen de los coroneles durante años y a la doblez de algunos actores de la industria turística. No es una película fácil de digerir, pero sí un ejercicio necesario (creemos) antes de lanzarse a la aventura de viajar a Myanmar fuera de la ficción del celuloide.

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