Es casi una noticia antigua, que todos hemos escuchado, pero quizá convenga explicar las particularidades de la monarquía tailandesa, el impacto de la figura del difunto monarca, y las maravillas que ocultan sus dependencias y palacios, que están cerradas hasta nueva orden y que no podrán visitarse en un tiempo a causa del año de luto oficial que vive ya el país por el fallecimiento del octogenario Bhumibol Adulyadej. La pregunta que queremos contestar es la siguiente: ¿en qué afecta todo esto a quien vaya a viajar a Tailandia? He aquí algunas claves relevantes.
Tal y como leímos en el comunicado oficial de la Casa Real de Tailandia, el rey murió a los 88 años “pacíficamente” y después de siete décadas de reinado, abriendo un largo período de luto que puede llegar a durar un año entero. Los efectos prácticos de tan largo período de honra al fallecido son variados, y es aquí donde nos gustaría detenernos. ¿Qué va a ocurrir a partir de ahora? Pues muchas cosas en realidad, aunque no todas estén muy claras.
Como ocurre en muchos otros lugares del Orbe, las banderas ondean ya a media asta en colegios y edificios oficiales, y lo harán hasta que se cumpla el plazo de 30 días a contar desde la noche del pasado jueves. A pesar de nuestro desconocimiento sobre Tailandia y, sobre todo, sobre su sistema político e identidad nacional, lo cierto es que todo el mundo parece coincidir en una cosa: el antiguo Rey era para la mayoría de sus súbditos un figura de carácter unificador en un país lleno de tensiones y un símbolo firme de la independencia nacional tailandesa, después de que en estas ocho décadas de reinado la realidad política del país haya sido, cuando menos, convulsa, con la friolera de 19 Constituciones distintas, otros tantos golpes de Estado y un número casi inabarcable de primeros ministros civiles y también militares.
De hecho, mientras se preparan los funerales de Estado, todos los analistas parecen preocupados por la futura marcha del país, habida cuenta de la lacerante división existente entre la población urbana y la rural, mucho más tradicional, en la que, a día de hoy, es la segunda economía del Sudeste Asiático. La escasa popularidad del que será nuevo monarca cuando pase el luto es otro aspecto relevante que tiene a todo la prensa occidental haciendo cábalas de futuro. Mientras tanto, la estabilidad parece garantizada brevemente por el regente, a la sazón el que fuera el consejero más cercano del antiguo monarca, el general retirado Prem Tinsulanonda, de 96 años de edad.
Quizá no esté de más aclarar que la figura del monarca tailandés es prácticamente testimonial, pues carece de poder ejecutivo, si bien el Rey está protegido con mano de hierro por una legislación que impide la más mínima crítica a su figura y que lo sitúa, de facto, como un semi-dios que cuida paternalmente de sus súbditos, y ante el que es obligatorio posternarse, como si de un monarca feudal se tratase.
Las costumbres tailandesas referidas al luto son también un aspecto que se revela con toda la fuerza de las tradiciones centenarias y que pueden sorprender (y afectar) al viajero. En Tailandia, el blanco y el negro son los colores del duelo. De hecho, en las calles de Bangkok, incluso los maniquíes de los comercios aparecen ahora vestidos de impoluto blanco y negro, y cuentan que hasta las tiendas de novia han suspendido su habitual actividad, vendiendo únicamente prendas de estricto luto. Incuso los programas de televisión han renunciado a sus colores distintivos y proliferan los tutoriales online sobre técnicas para teñir las ropa de forma económica y evitar así tener que adquirir un traje de luto a los precios (crecientes) que marcan las casas de moda y los comercios de referencia.
Hay, también, otros datos relevantes, que interesarán sin duda a quienes hayan contratado un paquete vacacional o decidido viajar a Tailandia en las próximas fechas. Es decir, ¿ qué se encontrará el viajero? Por un lado, observará la proliferación de folletos explicativos sobre la necesidad de respetar el luto, exigiendo una actitud y aspecto “decorosos”. Tampoco podrá esperar disfrutar de la habitualmente vibrante vida de Bangkok y otras ciudades o poblaciones de Tailandia. Hasta nueva orden, se han suspendido las funciones de cine o teatro, e incluso la compra y consumo de alcohol se ven restringidas en función del horario, sin que se sepa todavía si los locales de ocio nocturno se verán obligados a cerrar temporalmente. Por ahora, la vida nocturna de Bangkok parece adormecida, pero está lejos de haberse paralizado del todo.
Y aunque los visitantes o turistas no estén obligados a seguir a rajatabla todas las indicaciones exigidas de facto a la población nativa, no está de más saber que las instrucciones de las autoridades respecto a la ropa son muy estrictas, y que se ha prohibido llevar tejanos o vaqueros rotos o faldas cortas, exigiéndose al menos un signo de luto obligatorio en cada tailandés, aunque sea en forma de brazalete o lazo. Asimismo, y por lo que sabemos, algunos lugares clave para cualquier turista, como el Gran Palacio Real, una de las atracciones turísticas más imponentes de la capital de Tailandia, han permanecido cerrados hasta hoy mismo, si bien se especula con que el cierre se prolongue hasta la toma de posesión del heredero al trono.
En definitiva, se trata de un momento peculiar para visitar Tailandia, muy interesante sin duda, pues nos permitirá conocer de primera mano algunas costumbres largo tiempo olvidadas en Occidente, pero que en Tailandia siguen más vivas que nunca.
Y como ocurre en tantas y tantas obras de teatro, ya sólo nos queda decir: el Rey ha muerto. ¡Viva el Rey!