Viajar a Indonesia, tierra de volcanes

El monte AgungIndonesia, país de las 13.000 islas y tierra de playas paradisíacas, es también el país con mayor número y densidad de volcanes del planeta. Viajar a Indonesia es, de hecho, penetrar en una tierra antigua que retrotrae al viajero a paisajes prehistóricos donde el hombre vive aún en comunión con las fuerzas más primigenias de nuestro orbe. Los registros nos dicen que Indonesia es, de hecho, la zona con un mayor número de volcanes activos, y sus 1.171 erupciones sólo son superadas por otro país aún más lejano: el Japón. Los datos, sin embargo, pueden ser engañosos, pues poco sabemos de la actividad de estos gigantes de fuego antes de la llegada de los europeos en el siglo XV de nuestra era. De entre las más devastadoras erupciones de la historia, al menos dos se produjeron en esta zona: la majestuosa explosión del volcán Tambora, en 1815, y la erupción del famoso Krakatoa, apenas un año después, que todavía permanece en la memoria colectiva de la humanidad.

Los volcanes son el centro de la vida de Indonesia. Mensajeros de muerte y destrucción, estas bocas de fuego son también, paradójicamente, una poderosa fuente de vida. La fertilidad de las tierras de Indonesia es proverbial y todo aquí se mueve alrededor de las impresionantes calderas que antaño se adoraban como deidades y que aún hoy son miradas con respeto por nativos y turistas. Porque el volcán es aquí el origen y el fin de todas las cosas, y ofender al volcán –como nos advierten sonrientes los indonesios- es enfadar a los dioses.

La ascensión al Agung

Las leyendas locales cuentan, por ejemplo, cómo el Dios Pasupi creó el volcán Agung, dividiendo la sagrada montaña Mahmeru, considerada el centro del mundo dentro del hinduismo. El Agung es, de hecho, el punto más alto de la isla de Bali, con sus 3.031 metros de altura, y su cráter presenta dimensiones colosales: nada menos que 700 metros de diámetro. Turistas y locales ascienden a diario hasta la cima, atraídos por el poder de un volcán todavía activo y cuya última erupción data de 1964. Si quien lea este texto planea viajar a Indonesia y ascender a la cima de este monte sagrado, le recomendamos que comience su viaje a medianoche. De esta forma, si persevera en el esfuerzo, alcanzará la cumbre con el amanecer y podrá disfrutar de la lenta y hermosa salida del sol sobre las islas de Lomok y Gilis, y del contrastecon las azules fumarolas procedentes del cráter y los colores lunares de sus rocas de lava, cuyo aspecto cambia mágicamente por el efecto de la luz del amanecer.

Después de un duro descenso, al recorrer las aldeas que rodean tan impresionante gigante, el viajero descubrirá cómo todo se posiciona según su situación respecto a la montaña sagrada. Todo aquí es kaja (hacia la montaña) o kelod (desde la montaña), pues el volcán, la Montaña Madre, es también el guardián de los espíritus de los antepasados de los indonesios. Al pie del Agung, descansa el templo Madre Besakih, un impresionante complejo de más de 3 km cuadrados formado por una veintena de templos, pabellones, patios, estatuas y santuarios, donde los indonesios continúan haciendo sus ofrendas rituales. Dedicado a diferentes divinidades hinduistas, no podemos sino imaginar los antiguos rituales dedicados al volcán, y recordar la advertencia recibida al comienzo de la ascensión. Ofender al volcán es enfadar a los dioses.

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