Viajar a Myanmar: un paseo por Bagán, la ciudad de los cinco mil templos

Empezaremos diciendo algo que resulta obvio para cualquiera que haya tenido la fortuna de viajar a Myanmar: la sola visita de Bagán justifica un viaje hasta este remoto país. Hacía ya mucho que ansiábamos visitar la antigua Birmania, pero por hache o por be siempre quedaba relegado tras otros destinos más urgentes. Y de todas sus maravillas, que son muchas, había una apuntada en nuestra agenda desde la lejana primera lectura del libro de Paul Strachan, Pagan, Art and Architecture of Old Burma, una apasionante inmersión en la historia de la antigua capital de los reinos birmanos y en los secretos de sus construcciones que descansaba en las baldas de la oficina desde el año 2006.

Dicho y hecho, la pasada primavera conseguimos por fin viajar a Myanmar y conocer las rutas y programas que luego (ahora) ofreceríamos en la agencia. Y en nuestra tercera semana en el país, nos acercamos finalmente a la espectacular planicie que, escondida en una curva del río Ayeryawady, guarda uno de los tesoros arqueológicos más impresionantes de todo el continente asiático.

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De hecho, resulta difícil expresar aquí con exactitud las sensaciones que se producen al contemplar por primera vez la impresionante vista de los pináculos dorados iluminados bajo la luz del atardecer birmano, como es difícil imaginar el asombroso espectáculo que debió ofrecer la Bagán imperial, cuando casi 5.000 templos y pagodas plagaban toda la planicie. Y aunque quizá sea cierto que otros complejos budistas contienen mayores dosis de sofisticación artística (como la misteriosa Angkor, en Camboya, o el Borobudur indonesio) por una vez la cantidad prima aquí sobre la calidad, en un ejemplo de cómo la ambición política y el fervor religioso pueden servir de impulso a hazañas constructivas colosales, realmente fuera de toda medida.

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Nuestro paseo

Ansiosos por comprobar lo que todo el mundo nos había contado, y con el libro de Strachan arrugado y guardado en un compartimento de la mochila, aterrizamos por fin en Nyaung U vía Mandalay y nos dirigimos rápidamente al hotel, donde apenas media hora después del check-in ya habíamos comprado nuestras entradas y alquilado dos viejas bicicletas para adentrarnos pedaleando en los mágicos parajes de la antigua Bagán. La elección fue un acierto, y desde aquí os recomendamos esta opción de transporte, pues, como comprobaríamos en seguida, el terreno es prácticamente llano y nada exigente, a no ser por el excesivo calor, la alarmante falta de sombras y la humedad proveniente del río Ayeryarwady. La opción más común, y la preferida por los birmanos y por buena parte de los visitantes occidentales, es alquilar un carro tirado por mulas o caballos, otra buena manera de recorrer la amplia extensión de este magnífico lugar.

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Coche tirado por caballos dirigiéndose al complejo de Bagán

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Carros en la entrada del complejo.

El recorrido hasta el complejo fue rápido y tranquilo, y en seguida empezamos a ver templos desperdigados aquí y allá, algunos pequeños, casi ocultos entre la maleza, otros enormes e imponentes, y también los restos de decenas de ellos, quizá centenares, salpicando los márgenes del camino que nos llevaba al núcleo de la antigua ciudad real.

Vista de Bagán desde uno de sus templos

Vista de Bagán desde uno de sus templos

El recorrido que escogimos incluía la visita a los templos de Ananda, Shwezigon, Mahabodhi y Thatbyinnyu, el más alto de todos los conservados, aunque en realidad visitamos una veintena mientras nos desplazábamos de un lado al otro del complejo, en una visita de un día y medio. Al pasear por el enorme recinto de la vieja Bagán, en seguida nos percatamos de que muchos de los templos estaban cerrados, inconveniente menor si uno tiene unos dólares a mano y un solícito guardia que, a cambio de la conveniente propina, permitía el acceso a su interior. Es esta una práctica que os recomendamos vivamente, pues, aunque suponga un gasto adicional, os permitirá disfrutar del centenario encanto de los templos casi en soledad, siempre que llevéis con vosotros una pequeña linterna para recorrerlos y poder disfrutar de las magníficas pinturas y relieves que muchos de ellos conservan aún en su interior. En Bagán, mires donde mires encontrarás uno, diez, cien templos esperando al visitante, y la presencia es constante en Nyang U, repleta de recuerdos y suvenires con reproducciones de las estupas más importantes o conocidas.

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El templo Ananda, reconstruido tras los numerosos daños sufridos durante el terremoto de 1975 gracias a los fondos de la UNESCO, es sin duda el más animado de los templos de Bagán y un espacio consagrado a la oración desde hace más de 900 años. La construcción se eleva hasta los 50 m de altura sobre una inusual planta en forma de cruz griega y alberga un gran número de estatuas de buda, la mayoría doradas, así como vistosas pinturas con escenas de la vida de Siddhartha. Pero en general, todos los tempos se asemejan y mantienen una estructura parecida: cuatro accesos distintos, uno por cada lateral, y una o varias figuras de buda de todos los tamaños ocupando el centro y los laterales del interior, miles de budas escondidos en sus santuarios, diminutos, medianos, gigantescos… de color de la piedra caliza o dorados como el mismísimo atardecer.

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Vista panorámica del templo Ananda

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Detalles del tempo Ananda

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Estatua de Budha

Y luego está la pagoda de Shwezigon, con su imponente estupa semejante a una gigantesca campana coronando las terrazas que salpican el recinto principal, o las impresionantes vistas desde el templo de Thatbyinnyu, cuyas terrazas escalonadas alcanzan la nada desdeñable altura de 60 m.

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Estupa de Shwezigon

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Monje en el templo de Shwezigon

Una de las sorpresas de nuestro recorrido fue descubrir que la vida cotidiana continúa en medio de este paraje antiguo y sagrado. En los 2 días que dedicamos a Bagán, nos cruzamos con campesinos trabajando la tierra con arados atados a sus bueyes, con pastores que cuidaban de sus rebaños de cabras refugiados a la sombra de los chedis o estupas, o vendedores a la entrada de los templos. La vida ha continuado a buen ritmo en la ciudad vieja.

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Pero la experiencia más conmovedora, hermosa y paralizante de todas es la llegada del atardecer. El templo más concurrido es, sin duda, el de Shwesandaw, hasta el punto de que es mejor dirigirse a cualquier otro lugar elevado del conjunto y evitar las aglomeraciones de turistas y cámaras, disfrutando en silencio de uno de los espectáculos más impresionantes que hemos tenido el privilegio de contemplar: desde el horizonte, el sol desciende poco a poco iluminando con su luz rosácea los templos y estupas, provocando el silencio en nuestro grupo, paralizado por la belleza imposible de esta planicie mágica y eterna plagada de hitos que apuntan al cielo brillando cual piedras preciosas, “como si arrastrara diamantes”, tal y como describió George Orwell en sus días de policía imperial británico en estas tierras.

Atardecer en Bagán
El monte Popa

Si permanecéis el tiempo suficiente en la zona, hay una visita ineludible a unos 50 km al sur de Bagán. En medio de la planicie, se alza un monte de aspecto cilíndrica que alberga el santuario más importante del país dedicado a los nat, espíritus antiguos, cuyo culto es más longevo que el del mismísimo Buda.

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Vista aérea del monte Popa

Es posible acceder al monte por carretera, y un taxi desde Nyaung U puede costar unos 40.000 kyats (aproximadamente 30€) hasta la base de escalinata cubierta formada por la friolera de 777 escalones que hay que subir, por supuesto, descalzos, alentados por los puestos de ofrendas y recuerdos que se suceden durante la ascensión y acompañan al viajero hasta la misma cima. El templo es humilde, pero las vistas, literalmente, impresionantes, sirven de premio al esfuerzo de la subida

Información práctica

Alojamiento

La ciudad nueva de Bagán, a apenas 3 km al sur del complejo, dispone de una oferta muy amplia, desde hoteles para presupuestos holgados hasta opciones más asequibles. Incluso dentro del recinto viejo hay lugares donde alojarse, aunque os recomendamos que optéis por alojaros en Nyaung U, la mayor población de la zona y también la más animada.

Desplazamientos

01A202MYA02BGN_BaganScenery (4)Aunque nosotros realizamos todo el recorrido en bicicleta, éste puede hacerse caminando (de hecho, durante el trayecto nos encontramos con varios grupos locales que se dirigían poco a poco hacia el complejo arqueológico). Para los más perezosos, es posible alquilar un coche con chofer y aire acondicionado, e incluso un carro de caballos, si el viajero quiere emular una especie de paseo colonial por parajes que, hasta hace bien poco, estaban cerrados a la mirada extranjera.

 

Entrada

01A202MYA02BGN_BaganScenery (3)Para acceder al complejo, es necesario pagar una entrada de 10€, que nosotros adquirimos en nuestro hotel, aunque también es posible comprarla en la entrada del recinto o en el muelle de Bagán. Se trata de una entrada que podréis utilizar varias veces, aunque al comprarla se le añade a mano la fecha de validez, circunstancia que provoca no poca picaresca entre los turistas, que tratan (y muchas veces consiguen) de hacerse con entradas ya caducadas para sobrescribir la fecha y ahorrarse los pocos dólares del precio. En cualquier caso, en la recepción del hotel, nos aconsejaron conservarla y tenerla siempre a mano, pues se solicita para entrar a muchos de los templos.

Reglas de comportamiento

A pesar de que la gran mayoría de templos de Bagán no están en activo, las reglas de cortesía exigen descalzarse antes de entrar en ellos e, incluso, para rodearlos por el exterior, algo que comprobamos in situ.

Para visitar la ciudad vieja de Bagán, echa un vistazo a nuestros programas a Myanmar.

 

 

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